La reconstrucción de Iron Man

El siguiente texto está formado por fragmentos de un artículo publicado en Oregon Live hace un mes. 



La temporada de los Trail Blazers finalizó hace dos días, y las cajas de la mudanza están apiladas en la entrada de la casa en columnas de tres y cuatro. En la planta de arriba, su madre ha ocupado un balcón entero con los 86 pares de Nikes y una gran cantidad de pantalones de juego. Debe decidir qué cosas irán en las cajas y cuales se quedarán guardadas. 

Como en su anterior verano con los Blazers, Wesley Matthews se marcha de Portland. En esta ocasión, podría ser para siempre. 

Él asegura que iba a mudarse este año fuese agente libre o no, lo que le restó extrañeza al ver sus cosas empaquetadas. Pese a eso, hay algo en el aire que se puede palmar, tocar, cortar, aunque Matthews no lo pueda traducir en palabras. 

Finalmente su madre, Pam Moore, rompe el silencio. 

"Es la incertidumbre", dice mientras revuelve unos huevos. 

La incertidumbre ha estado rondando a Matthews desde aquella noche en la que se rompió el tendón de aquiles mientras jugaba contra los Dallas Mavericks. Es una de las peores lesiones que puede sufrir un jugador de baloncesto. Y aunque Matthews ha atacado de frente a la rehabilitación, y los doctores dicen que su recuperación va más rápida de lo previsto, la lesión ha creado preguntas. 

Cuando regrese... ¿continuará con su trayectoria ascendente que le había puesto entre los mejores escoltas de la NBA? ¿Encaja en los planes a largo plazo de los Blazers? ¿Cuánto valoran otros equipos sus habilidades?

Desde el principio, Matthews supo que su recuperación sería el mayor reto de su carrera. Para un hombre que acepta los retos, se crece ante la competición y ve el mundo en blanco y negro, esta era la última batalla: el jugador que se llama a sí mismo Iron Man enfrentándose a su propio cuerpo. 

Junto con sus efectos personales también está empaquetado su corazón, cerrado y protegido hasta que firme su próximo contrato. 

En su hogar, lo desconocido acecha. 



El 12 de mayo, en su primera mañana ya de vuelta en Los Angeles, Matthews descubre que su corazón no solo es el objetivo de los fans de Portland. En una de las calles más transitadas de Beverly Hills, un hombre vestido de traje y corbata se le acerca y le dice "Hey Wes! Ojalá te veamos pronto de vuelta en la pista... con el uniforme de los Lakers". 

Después, un hombre de treinta y tantos con vaqueros y camiseta se le acerca en un restaurante. "Soy un reclutador honorario de los Knicks, nos encantaría tenerte en New York". 

Cada vez, Matthews ríe, da la mano y lo agradece. "Todo el mundo quiere ser querido". 

Pero en su interior él sabe que no es suficiente con ser querido. No ahora mismo. Porque de dónde él viene, y con lo que ha pasado, este contrato tiene que ser un matrimonio de respeto y encaje. 

No fue casualidad que el 11 de marzo, el día de su operación, Matthews llevase una camiseta con la palabra UN-DRAFT-ED, un recordatorio de que todas las franquicias pasaron de él en el Draft de 2009... dos veces. 

"Eso nunca se va a ir", dice Matthews. "Creo que tengo un estigma con eso". 

Y nunca ha olvidado ser sentado por Nate McMillan en Portland, ni leer que jamás sería titular en un equipo de élite. 

"Toda mi carrera ha sido arañar, agarrarme, luchar. Arañar, agarrarme, luchar... conseguir un poco... arañar, agarrarme, luchar... conseguir otro poco más. Creo que es el momento". 

El momento de aumentar su rol ofensivo. Momento de ser pagado como la élite en su puesto. Momento de ser visto como una parte crítica en un equipo ganador. 

"Sé que puedo hacer más", dice Matthews. "Ahora mismo mi salud y mi vuelta a las pistas tiene prioridad sobre la mudanza y ser agente libre. Es lo único que realmente puedo controlar al 100%". 


Por primera vez desde que saliese del Moda Center lesionado y en silla de ruedas, Matthews siente el sudor. Empieza en su frente y cae por la parte izquierda de su cara. 

"¡Por fin!", grita a nadie desde su bici estática. "¡Novena semana!". 

Es mitad de mayo, nueve semanas después de la cirugía en su tendrón de aquiles izquierdo. Es su primer día sin bota protectora, liberado para hacer ejercicio hasta romper a sudar. 

En una clínica de Beverly Hills, el terapeuta Benjamin Kerneves le va mandando ejercicios que se centran en su torso y sus caderas. 

"Cuanto más delgado estés, más rápido te recuperarás", le grita. 

Pero este no es un paciente cualquiera. 

Mientras le hacía su examen inicial el día antes, Kerneves masajeó el aquiles de Matthews y quedó impresionado por la falta de inflamación. Midió ambas piernas, y encontró que, a pesar de haber estado más de un mes con escayola y otro con una bota protectora, la lesionada pierna izquierda era solo dos centímetros más delgada que la derecha. "Eso es muy bueno". 

Después de tomar más mediciones, el doctor saca un calendario y empieza a explicar el proceso. 

"Podemos tener citas desde tres a cinco días por semana, depende de lo que tú..."

Matthews le corta en seco. "Pues entonces cinco. ¿A qué hora mañana?". 

Kerneves parece abrumado por lo directo que es su nuevo paciente. "¿Quieres empezar mañana?". 

"Tengo tiempo de sobra", responde Matthews. 

Cuando sale de la consulta se pone en contacto con Robbie Davis, un conocido preparador físico que ha trabajado con Blake Griffin o James Harden. Mientras Kerneves trabajará en el torso y las caderas, Davis se centrará en su equilibrio, rango de movimientos y fuerza general. 

Davis recomienda a Matthews que se pase por el gimnasio el lunes, dentro de cinco días. Matthews le dice que estará allí mañana, el jueves. 

"¿Por qué todo el mundo quiere esperar? ¿Lunes?" dice Matthews sacudiendo la cabeza. "No he venido aquí para esperar". 

Los doctores dicen que la recuperación típica de esta lesión son ocho meses. Matthews se ha marcado como objetivo que sean cinco. Tres semanas después de su primera sudada tras la lesión, se presenta en el pabellón de UCLA para comenzar a lanzar, incluso utilizando su típico triple con paso lateral. 

Es una sesión corta, como metiendo el dedo gordo del pie para comprobar la temperatura del agua, pero contribuye a que Matthews empiece a pensar en la temporada siguiente y en algo más allá de su aquiles. 



Wesley Matthews nunca se ha sentido tan unido como a los Blazers de la temporada pasada, y nunca se ha sentido tan adorado por una afición como por la de Portland. Pero también se siente preparado para tener un rol más grande, uno en el que sea una opción para jugarse una canasta ganadora, en la que se le utilice para explotar emparejamientos provechosos. 

"Una gran parte de dónde acabe será que pueda convertirme en un punto más focal del ataque, en un punto focal del equipo, de la organización", dice Matthews. "Porque siento que me lo he ganado. Siento que mi trabajo lo demuestra por sí mismo.

He jugado detrás de un All Star. He jugado con dos All-Stars. He jugado con dos All-Stars y otro facilitador. He jugado con dominadores del balón. La única posición en la que no he estado es en la de 'ok, Wesley, queremos involucrarte más en nuestro ataque: sabemos que puedes hacer buenas jugadas para nosotros.

Ese es el tipo de confianza que siento que me he ganado y que merezco, y para lo que trabajo. Quiero eso. Quiero probar que puedo hacerlo. Porque ahora mismo, no lo sé. Siento que puedo hacerlo, pero no me han dado la oportunidad". 

Su lista de deseos se reduce a tres cosas: dinero, ganar y un mayor rol ofensivo. Tiene claro que quiere un contrato multianual, no tanto para ganar dinero y seguridad como para demostrar que cree en sí mismo. 

"Si quisiera firmar un contrato por un año ahora mismo creo que estaría enviando el mensaje equivocado a los equipos", dice Matthews. "Quiero que sepan que confío en mí, que sepan que estoy bien". 

Si los equipos no se atreven debido a la incertidumbre por su lesión, Matthews dice que será porque él no ha hecho los deberes. 

"Mira por todo lo que he pasado antes que esto", dice Matthews. "Esto no es nada. Siento que incluso puedo atraer más ahora porque la gente sabe que voy a trabajar incluso más duro". 

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