"Sweetchuck", la historia de Mike Procopio


Mike Procopio


Cuando Mark Cuban buscó al "mejor entrenador de desarrollo de jugadores" de la NBA fue directo a por Mike Procopio, un profano de 1'70 que se describe a sí mismo como "una fusión de Forrest Gump y Louie De Palma de Taxi". 

Tres horas antes del salto inicial, antes de que 15,000 personas lleguen y el lugar empiece a sonar con la locura que es un partido de los Dallas Mavericks, el American Airlines Center está prácticamente dormido. 

Un grupo de operadores están revisando los focos. Varios fotógrafos se encuentran subidos a escaleras, pegando cámaras en la parte de atrás del tablero. Dos guardias de seguridad con nada que hacer pasean alrededor de la escena saboreando la calma del lugar. 

Para las dos personas que hay en la pista, sin embargo, este es el momento de su partido. 

El chico que está driblando y lanzando es Mickey McConnell (nota: se trata de un partido de pretemporada), quien está intentando mantener con vida su sueño de jugar en la NBA. El hombre que le da el balón es Mike Procopio, cuyo trabajo es intentar convertir el sueño de McConnell en realidad. 

- "Vamos, concéntrate" dice Procopio tras un lanzamiento fallado. 

- "Todo el mundo sabe que nunca vas hacia tu izquierda", le reta. 

- "¡Corto!" grita McConnell cuando el balón sale de sus dedos. 

- "Sigue lanzando corto entonces" responde Procopio después de que el balón entrase limpiamente por el aro. 

Esta es la primera temporada de Procopio como director de desarrollo de jugadores de los Mavericks. Cuban paga a Procopio para que coja a jugadores "desechados" como McConell o Ricky Ledo (jugadores que, hablando relativamente, a la franquicia le cuestan cuatro duros), y convertirlos en contribuidores, jugadores que puedan moverse del fondo del banquillo a la rotación de Rick Carlisle. Si Procopio convierte a uno solo de sus pupilos en un jugador fiable, o lo suficientemente bueno como para que valga algo en un traspaso, dará a los Mavs una gran recompensa por su inversión. 

Después de todo, gente como Cuban se convierte en millonarios y construyen equipos campeones no solo porque consiguen a jugadores como Dirk Nowitzki, pero también porque encuentran formas de maximizar sus recursos, incluso aquellos que están en el fondo del banquillo. ¿Necesitas pruebas de que Cuban se toma esto en serio? Considera que él mismo es el responsable de la contratación de Procopio, después de preguntar "¿quién es el mejor tío que no esté en la NBA y que yo necesite en mi organización?". 

"Es un gran recurso para nosotros", dice Cuban. "Es el mejor entrenador de desarrollo de la NBA". 

Y, de lejos, el que menos probable tenía serlo. 



Falta una hora menos para el salto inicial, y los recogepelotas están capturando rebotes, las animadoras están estirando, y los vendedores están preparando sus puestos. En la pista, a Procopio se unen los asistentes Tony Brown y Darrell Armstrong y los jóvenes a los que supervisan.



Brown jugó siete temporadas en la liga; con sus sólidos 1'98 parece que aún sería capaz de coger un par de rebotes. Armstrong da la impresión de que el uniforme con el que ganó el premio al Mejor Sexto Hombre en 1999 aún le quedaría perfecto. 

¿Procopio? Mide 1'70 y se pasa bastante de los 100 kilos. Se parece más a los vendedores de cerveza y los guardias de seguridad. 

Su carrera como jugador alcanzó su punto más alto en el instituto, cuando anotó sus cuatro puntos (ni siquiera en el mismo partido) en el equipo de Revere High, que terminó con balance 0-20. Pero Procopio entiende el baloncesto a un nivel de microscopio. No es experto en Xs y Os, pero sí en cosas como en qué posición debe estar la cadera cuando se dribla entre las piernas para ir hacia la izquierda, el correcto movimiento de los pies en ataque con el balón y sin él, y en corregir fallos en la mecánica de tiro (a Shawn Marion le dimos por perdido hace tiempo). 

La comunicación, a menudo con frases simples pero muy oportunas, es otra de sus facultades. Es capaz de comunicarse con cualquiera porque ha trabajado con todo el mundo, ganándose la confianza y el respeto de algunos nombres importantes. Kobe Bryant confió en Procopio durante un par de temporadas que terminaron en campeonato. Tim Grover, el entrenador de confianza de Michael Jordan, lo contrató para ser el responsable de la parte baloncestística de su gimnasio. Veteranos de los Celtics como Danny Ainge, ahora presidente de operaciones de la franquicia, y Kevin McHale, entrenador de los Houston Rockets, hablan con él prácticamente a diario. 

¿Cómo llegó alguien conocido en el mundo del baloncesto como Sweetchuck (personaje de Loca Academia de Policía al que se parecía de joven) ha logrado llegar tan lejos? 

O, como dice Nowitzki después de un intercambio verbal con Procopio, "¿de dónde te hemos sacado?". 


Procopio creció en un apartamento de Boston que daba directamente al Boston Garden, la casa de los Celtics. Su padre, John, era un electricista, y uno muy bueno, aunque solo se lo dirás decir a otros. Enseñó a su hijo la humildad, lealtad y la necesidad de hacer las cosas correctas. "¿Para qué voy a perder el tiempo teniendo ego?", dice Procopio. Su familia se mudó a Revere, Massachisetts, cuando él tenía siete años. A los doce logró su primer trabajo en el baloncesto: llevar el marcador de la Liga de Verano de Hill Park. "Aquello era como la NBA para mí", dice él. 

Después de graduarse en Revere High en 1993 se enroló en Suffolk. Le encantaba vivir en casa mientras seguía enrolando en el mundo del baloncesto, y expandiéndolo al ser nombrado utillero del equipo de la universidad. 

"Incluso en su primer año, cuando apenas hablaba, era obvio que este joven tenía algo que ofrecer", comenta sobre él Nelson, entrenador de aquel equipo. "En los partidos igualados, esos que se decidían por una o dos jugadas, sus sugerencias sobre cómo defender a alguien o cómo atacar a alguien probaron tener muy buenos resultados. 

Un verano en Suffolk Procopio encontró un trabajo en el Nike All-American camp. Los jugadores eran de instituto, y otros de la universidad eran sus consejeros. Mientras los jóvenes estaban ocupados, los de la universidad se unían para realizar ejercicios individuales de habilidades. 

"La gente estaba enseñando y corrigiendo. Se me encendió la bombilla: ESTO es lo que quiero hacer", asegura Procopio que pensó. Antes de graduarse, utilizó a un jugador llamado Shona Mutambirwa como conejillo de indias. Pasó de ser un suplente que promediaba 8,9 puntos a titular que pasó a promediar 14,4 puntos y 23 al año siguiente. 

Una vez graduado, Procopio se propuso ser entrenador del equipo de reservas en Kentucky, pero no consiguió el trabajo en el equipo entrenado por Rick Pitino. Así que obtuvo el mismo puesto pero de nuevo en Suffolk y con el equipo junior. 

"Es el descanso y voy a coger un trozo de pizza con el entrenador del equipo suplente ante el que íbamos a jugar", cuenta Tony Ferullo, director asociado de la universidad. "Caminábamos por un pasillo y de repente empezamos a escuchar un discurso muy animado, usando vulgaridades y demás. 'Ese es el entrenador del equipo junior' dije. 'Se emociona un poco'". 

Después de eso pasó tiempo entrenando en un equipo de instituto, en Niketown, e incluso trabajando en una compañía de ordenadores. En 2002 logró entrar en los Boston Celtics, mezclando las funciones de recadero y scout. "En el draft de 2006 llegó y dijo 'Aquí está mi ranking de bases. Rajon Rondo es mi número uno y única elección'" cuenta Leo Papile, por aquel entonces en los Celtics. "El tiempo le dió la razón". 

Durante todo el tiempo, Procopio continuó trabajando en campamentos de verano, especialmente uno en el gimnasio de Tim Grover en Chicago. En 2006 Paul Pierce estaba levantando pesas con Grover cuando apareció Procopio, y ambos acordaron encontrarse después para un entrenamiento en la pista. Grover fue testigo de esa sesión y después se acercó a Mike. "Eso ha sido un gran trabajo", le dijo. "Nunca he visto a alguien como tu entrenar a un jugador así. ¿Te gustaría trabajar para mi?". 

Pero no pudo compaginar sus trabajos en los Celtics y el gimnasio de Grover durante mucho tiempo. La NBA, temiendo un conflicto de intereses, le dijo que escogiera uno. "No quería ser un general manager en la NBA, y no creía que pudiese ascender con los Celtics, así que eso hizo que la decisión fuese sencilla", asegura Procopio. Eso fue un sacrificio económico para él, porque solo tenía trabajo en el gimnasio en verano, y también, en parte, porque siempre estaba dispuesto a trabajar gratis para formar parte de la acción. 

Sin embargo su sudor mereció la pena. Como la mañana de verano en 2008 en la que pasó dos horas y media solo en el gimnasio con Kobe Bryant, cliente de Grover. Procopio apareció con informes de scouting y un DVD con jugadas específicas para que Bryant las estudiase. A pesar de un buen entrenamiento, ambos fueron por caminos separados. 

En febrero de 2009, Michael Lewis (escritor de Moneyball) publicó un artículo en The New York Times Magazine en el que nombraba a Shane Battier (en los Houston Rockets) el "Kobe-stopper". Bryant le dijo a Grover que tenía que responder a eso en su siguiente partido contra Battier, y que quería "la ayuda de Sweetchuck". 

Procopio descubrió que el problema no era Battier, sino el propio Bryant. Battier siempre daba la salida a Kobe hacia Yao Ming, retando a Bryant a lanzar sobre el pívot de 2'28. Y él caía en la trampa muy frecuentemente. Decirle a Bryant que estaba tomando demasiados lanzamientos, y muchos estúpidos, fue difícil, pero Procopio lo hizo. 

Todo esto ocurrió mientras Procopio estaba visitando a Kevin McHale en Minnesota, donde entranaba a los Timberwolves. Procopio se escapó de una reunión de equipo para ver cómo Bryant anotaba 14 de sus 23 lanzamientos para meter 37 puntos ante Battier. 

"¿Volverás a saber algo de él?", le preguntó McHale.

"Probablemente no", respondió Procopio. Pero cinco minutos después, recibió un mensaje de Bryant: "Mañana jugamos contra San Antonio. Quiero lo mismo"

Y así empezó. No mucho tiempo después, Procopio estaba juntando informes de scouting cada mañana y enviando archivos de vídeo cada tarde. Continuó aumentando su trabajo durante los Playoffs, incluso en los días que sucedieron al fallecimiento de su madre. 

Los Lakers ganaron el campeonato. Fue el primero de Bryant sin Shaquille O'Neal, y también fue nombrado MVP de las Finales por primera vez. La temporada siguiente Procopio continuó con el trabajo, incluso aunque también se convirtió en entrenador asistente de los Maine Red Claws de la D-League. 


Bryant se ofreció a pagar a Procopio, pero él insistió en hacerlo "por el bien público" por lo mucho que estaba obteniendo de la experiencia ("Este tío es el mejor jugador del planeta, y me está pidiendo ayuda a mí"). Su nueva prometida estaba de acuerdo con ello también, aunque lo habría llevado mejor sin soportar el sonido de los mensajes de texto que le llegaban continuamente a su prometido. 

Después llegaron los Playoffs, y el cruce fue, precisamente, ante los Celtics. 

Era alrededor de la 1 de la madrugada después del Game 2, y sonó el móvil. Las series estaban empatadas y Bryant quería que Grover y Procopio asistieran al resto de los partidos. Estuvieron en la conferencia de prensa que siguió al Game 7 cuando Bryant, quien acababa de ganar su quinto anillo y su segundo MVP de las Finales, fue preguntado por sus dos compañeros. Grover era ya más que conocido. ¿Quién era el gordito?

"Es mi Jack Bauer", dijo Bryant, refiriéndose al héroe de 24, la serie de televisión. "Me ha dado todos los vídeos e informes de scouting, y me dio por escrito todas las rotaciones defensivas de los Celtics. Él ha sido mis ojos y mis oídos, cuando jugaba el partido usaba toda la información que me dió. Y ha sido enorme para mí". 

Varios meses después, Procopio recogió un paquete de UPS. Dentro había un anillo de campeón de la NBA de los Lakers de oro y diamantes, con su nombre en el costado. 

Durante todo el tiempo, Procopio dijo a Bryant que sabría que su relación había acabado cuando los mensajes parasen de llegar. Eso ocurrió en el verano de 2012, más o menos cuando Grover perdió su gimnasio. Fuera de la NBA por primera vez en mucho tiempo, Procopio inició una consultoría de negocios relacionados con el baloncesto. Hasta marzo del año pasado, cuando recibió la llamada de Rick Carlisle. La búsqueda de talento de Cuban les había llevado hasta Procopio, y Ainge y McHale, excompañeros de Carlisle, dieron su recomendación. Después llegó una llamada de Donnie Nelson: "te traemos para que estés una semana. Pero trae una maleta para estar el resto de la temporada". 

Procopio ha establecido un programa que expande las prácticas a las sesiones de vídeo, e incluso realiza tests a los jugadores. Trabaja de cerca con el psicólogo del equipo, Don Kalkstein, y el resto del equipo de Carlisle. Pero él sigue siendo el de siempre. 

"Si has visto la película Ted, él se parece mucho a ese osito de peluche", bromea Carlisle sobre él.


De vuelta al American Airlines Center, todo está en su sitio. Los focos estaban en su posición correcta para la introducción de los jugadores, las animadoras encendieron al público, y el balón está preparado para el salto inicial. 

No hay forma de ver a Procopio. 

Debido a que su trabajo se produce en las horas entre los partidos, usualmente lso ve desde el vestuario, donde no tiene que llevar una cazadora deportiva. Encaja con lo que dicen sus amigos sobre él: es el mismo tipo que hace 20 años, y estaría tan feliz entrenando a los Revere patriots como a los Dallas Mavericks. 

Preguntado por ese informe de scouting, Procopio asiente y sonríe. Después de todos estos años intentando igualar un buen trabajo con un buen salario, todo ha encajado. A sus 38 años, está comenzando un contrato de tres años que proveerá para su mujer, Natasha, y su hija de un año, María. 

"Al final de cada día hablo conmigo mismo y me digo '¿vas en serio? ¿esta es mi vida?'", dice Procopio. "He encontrado una mina de oro con los Mavs. Esto no es una piedra cualquiera. Estoy en este trabajo hasta el fondo. Como si tuviese mis pies en cemento y en el fondo del Océano Atlántico". 

Todos los caminos de la historia de su vida se han unido ahora perfectamente. No es que lo hubiese planeado así. 

"Soy como la fusión de Forrest Gump y Louie De Palma de Taxi, un listillo, que parece como un mutante, y alguien que ha hecho todas estas cosas emocionantes que probablemente no debería haber hecho. Así me veo a mí mismo". 
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